miércoles, 18 de enero de 2012

Y hoy descubrí que no siempre fui gorda

(escrito por una paciente, y me llena de orgullo)


Siempre me he sentido gorda, de hecho en casa así me dicen de “cariño”. Siempre fui, digamos regordeta, nunca flaca pero ahora descubro que nunca gorda.
Siempre tuve un sobrepeso leve, tuve pancita, quizá producto de mi desmedido amor a las chevas… pero ahora veo mis fotos y descubro que no era gorda
Hoy, con alrededor de diez kilos menos de los 31.5 que debo perder descubrí que no era gorda, pero que esa etiqueta en la cabeza la viví siempre.
Nunca me preocupé por mi peso, me gustaba mucho hacer ejercicio, hacía dos horas diarias de aerobics con dos de mis mejores amigas de la Licenciatura, comía sano, alternaba lo sano con lo que no pero el ejercicio me encantaba.
Ligaba, tenía mucho pegue, a pesar de siempre pensar que estaba gorda, incluso llegue a sentir que era una mujer con mucha suerte por tener novios o enamorados guapos. Cuando me iba a Cancun siempre ligaba en la disco, ya sé suena loco, pero ahora caigo en el peso de vivirme psicológicamente gorda.
Un día entre a estudiar una Maestría, de esas con beca CONACYT e inscritas en el padrón de excelencia, lo cual implica mucha exigencia y mucha presión. Y hoy miro atrás y comprendo que todas esas emociones, el cansancio, la frustración y mis otras actividades (un trabajo muy pesado y muy demandante, mi familia en casa, el nacimiento y crianza de unos cachorros que mi perra no quiso criar, la candidatura a una diputación que no elegí) me las comí.
En dos años de maestría me comí todas las emociones, me comí el cansancio, me comí el espíritu y subí 23 kilos.
El cansancio emocional me duró mucho más, ahora sí, por primera vez me sentía absolutamente desganada para hacer el mínimo esfuerzo. Un cambio de trabajo le dio luz a mi vida, pero ya enrolada en la onda gorda, el cansancio a cuestas y una relación con muchas dificultades me comí nueve kilos más.
Muy cerca estaba mi amiga W, una de las grandes ganancias de la maestría, insistiendo en que me pusiera en sus manos, ofreciéndome un programa de reducación para aprender o reaprender a comer. Obviamente me negaba, tenía la idea que de que hacer dieta era comer poco, mal e implicaba un esfuerzo y energías que no estaba dispuesta a dar porque sentía que no les tenía.
El cansancio físico, el alejamiento de mi actividad sexual, el sentimiento enorme de fealdad que me llevó al encierro y al aislamiento y la desesperación de sentirme mal en mí me llevó a acudir a una nutrióloga, con mi amiga W (cosa que en mi vidaaa había hecho) y de ahí comencé una nueva aventura.
Inicié con una dieta tan cómoda, cotidiana, libre, manipulable, deliciosa y económica que no sentía el sacrificio que nos imaginamos cuando nos ponemos en manos  de un nutri. Comencé a sentirme mejor con la alimentación y sobre todo con el sentimiento de recuperación de mi vida y mi cuerpo. Compré una bicicleta y una caminadora, todas las personas decían que seguramente en tres días me iban a servir de perchero. Desde el día que la compré he fallado muy pocos, un secreto que me ha funcionado es usarlas también sábado y domingo, así no pierdo el ritmo. Dos meses no las usé, tuve un esguince cervical y me prohibieron hacer ejercicio de cualquier tipo, eso no ayudó en nada a la recuperación de peso que tuve.
En esos dos que hui de mi nutrióloga meses subí 1.300, considero que fue poco y que si hubiese podido ser menos si no hubiera tenido que dejar el ejercicio.
Este peso ganado fue gracias a mis 15 días de reposo por el accidente, los pibes, mi cumple, mis vacaciones, navidad y las posadas. Considerando la cantidad de tiempo que “perdí la moderación” siento como un logro el haber subido tan poquito, creo, es un buen indicador de que mis hábitos alimenticios han mejorado notablemente.

Me comía mis emociones
Creo que W no dimensiona la trascendencia que ella y sus enseñanzas han tenido en mi vida, me ayudó a tener fe en mí, a recuperar el sentido de control, a sentirme de nuevo linda, a confiar en que puedo modificar mis hábitos, a contagiar a mujeres que amo en el rollo del autocuidado, a vivir contenta mi vida y volver a quien fui muchos años… cuando no era gorda.
Sé que la batalla apenas comienza, que esas emociones convertidas en kilos deben irse ya de mi vida, ya las use, ya no las quiero ni necesito. Y me siento tan tranquila, tan confiada, tan segura porque sé que W está cerca, obvio, en algún momento dejaré de verla, después de aprender deberé soltar su mano y seguir sola. Extrañaré esas cálidas consultas donde jamás me sentí juzgada, regañada, incomprendida, donde (aunque me sentía en el confesionario) siempre había una sonrisa comprensiva a mis locuras y mis negaciones a dejar esas malas costumbres alimenticias como la botanita y la cheva a veces sin medida. Siempre me sentí confiada de estar ahí confesando mis diabluras y recibiendo una retroalimentación científica, amable y cariñosa. Ella quizá no lo sabe, pero lo que hizo por mí como profesional y como amiga jamás lo olvidaré.
Si alguien lee esto, quiero que sepa que puedo decir que W me ayudó a cambiar mi vida para bien y eso es trascender en la eternidad
….
Si tuviera que dividir el éxito en partes lo partiría en tres pedazos, uno se lo lleva W, uno yo y el tercero se lo llevarían Claudia Salinas y Abigail.
Esas dos maravillosas mujeres que la vida en un derroche de amor me regaló son dos personas que me han apoyado increíblemente. La Salinas, con su manera loca y arrolladora de decir las cosas nunca me soltó de la mano, me echó porras, me motivó siempre con las cosas que me gustan, siempre caminó a mi lado sin juzgar, poniendo su orejita para que desahogara los porqués de mi hambre emocional, la distancia me la acercó más al corazón y eso jamás dejaré de agradecerlo.
La Abi regresó a mi existencia después de algunos años de dejar de vernos y llegó para bien. Además de ser una estupenda y loca compañera de trabajo se puso a dieta prácticamente al mismo tiempo que yo, me alentó, me apoyó, me echó porras, compartió conmigo sus aprendizajes, sus dolores por ejercicio, sus antojos y hasta sus colaciones. La verdad es que no pudo llegar en mejor momento y también se lo agradezco.
Si pudiera y tuviera que comparar a que equivale su presencia en mi vida, podría decir que fson dos miembras hermosas e indispensables, las tres formamos una manada magnifica, noble, fiel, honesta y solidaria.
Hoy, al borde del llanto de la emoción, le agradezco a la vida muchas cosas
De pie, me quito el sombrero (en la frase que siento que representa más gráficamente mi agradecimiento ilimitado) les doy infinitas gracias por su presencia en mi vida
De corazón…
Gracias W
Gracias Abi
Gracias Clau
"La libertad no es un estado permanente, es el momento de la elección"
MFA

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